Factores de Riesgo para el Consumo de Drogas y Alcohol en adolescentes

07 Sep

Doctor en Medicina y Licenciado en Psicología.
 Por desgracia, cada vez es más frecuente el consumo de alcohol y drogas entre nuestros adolescentes. Y cada vez el inicio del consumo de estas sustancias se da a edad más temprana, donde la inmadurez propia de esta edad hace que sea muy difícil que un adolescente, en situación de riesgo para el consumo de sustancias, pueda entender los grandes peligros que el uso y abuso de estas sustancias tiene para el organismo y la mente.

La adolescencia, entre muchas de sus características, cabe destacar, en este caso, la rebeldía y la idea que tienen los adolescentes de que ya lo saben todo, que ya son mayores y “qué sabrán los viejos para decirme a mí lo que tengo que hacer”.
Cada vez son los padres más preocupados, e incluso angustiados, por la posibilidad cada vez más probable de que sus hijos puedan caer en el consumo de estas sustancias.

Pero vayamos por partes y comencemos con el:

Porque consumen drogas y alcohol los adolescentes

Actualmente los trabajos que se realizan de cara a la prevención del consumo de sustancias se centran en determinar los factores de riesgo, es decir, los factores que una vez presentes en la vida de la persona la hacen más proclive al consumo de sustancias. Estos factores de riesgo no solamente predispondrían al inicio en el consumo sino también en el mantenimiento de este, dando lugar a la adicción.

Podríamos clasificar estos factores de riesgo en tres grupos: Factores Relacionales, Sociales e individuales. Empecemos por estos últimos:

Los factores individuales

La adolescencia es un periodo de riesgo en sí mismo debido a todos los cambios internos y externos que se producen en el paso de niño a adulto. Es en este periodo donde el niño tiene que formar su identidad propia, pero al mismo tiempo, necesita sentirse querido y aceptado, tanto por la familia como por el grupo social. Si en este aspecto la familia falla, se adherirá más hacia el grupo social y, como veremos un poco más adelante, esa necesidad de pertenencia al grupo puede hacer que el joven se vea “necesitado” de consumir sustancias para seguir perteneciendo al grupo.

En esta fase de la vida, el adolescente siempre tenderá a distanciarse del control paterno y la búsqueda hacia el grupo de iguales, siendo más vulnerable y, en su búsqueda de experiencias placenteras, se olvidan de los riesgos que entrañan.

En la sociedad actual se dan una serie de valores o actitudes que los adolescentes adoptan como propios: El excesivo consumismo y el excesivo hedonismo, la diversión del aquí y el ahora sin valorar el futuro o las consecuencias. La adolescencia es en sí misma una etapa de la vida que en sí supone un riesgo. La atracción por el riesgo, la inseguridad-omnipotencia, la búsqueda de la identidad, la necesidad de auto afirmación, la necesidad de diferenciación con el mundo de los adultos,… son ya en sí factores de riesgo para todo, pero si los añadimos a los factores de riesgo que más adelante señalamos, harían del adolescente “carne de cañón“ para caer en el consumo de sustancias.

Actualmente no hay grandes diferencias entre chicos y chicas de cara al consumo de sustancias, incluso existen investigaciones en las que las mujeres superan a los hombres.

Hay una serie de factores de riesgo ante las sustancias que se podrían evitar, sobre todo desde la familia, desde la más tierna infancia. El primero de estos factores es:

La baja autoestima

Personalmente creo, desde mi experiencia profesional, que este factor es uno de los factores de riesgo más relevante, no solo para caer en el consumo de sustancias, sino para el desarrollo de otras patologías como Trastornos de Personalidad, entre otras. Se suele manifestar mediante la inseguridad y la incapacidad para tomar decisiones, con una hipersensibilidad hacia la crítica y con un concepto de sí mismos degradado en la confianza hacia sus propias capacidades, lo que se acompaña con bajo rendimiento escolar. Todo ello hace del joven un espécimen altamente influenciable desde el exterior. Sigamos con:

La intolerancia a la frustración

El gran error de los padres actuales, un error cometido en la mayoría de las veces partiendo de una idea de cariño, pero un error garrafal al fin y al cabo, es que no hemos enseñado a nuestros niños el sentido de la palabra “NO” y de esta manera se ha conseguido que los niños, los jóvenes e, incluso cuando llegan a adultos tengan desarrollada una intolerancia a encajar, comprender y superar los fracasos y las contrariedades de la vida cotidiana, y la incapacidad para demorar las satisfacciones en el futuro. “Lo quiero, y lo quiero ya, como sea”. Es esta incapacidad para demora la satisfacción la que desencadena el consumo de sustancias, u otras conductas antisociales, ya que generan satisfacción casi de manera inmediata.

También hay que decir que no haber aprendido a entender y asumir que nos digan “NO”, supone de igual manera que tampoco se ha aprendido a decir que “NO”, por lo que la persona siempre será más vulnerable a la manipulación de otros y su influencia. Personalmente nunca vi efectiva aquella campaña de concienciación cuyo eslogan era “DI NO A LAS DROGAS”. ¿Cómo van a decir “NO” si no entienden cual es el significado de esa palabra?

La FALTA DE RESPONSABILIDAD es otro de los factores de riesgo y está directamente relacionado con el aprendizaje del cumplimiento de las obligaciones tanto personales como familiares y sociales. Cuando el joven no ha aprendido a asumir responsabilidades, se han acostumbrado a tener al lado a alguien que les estén recordando constantemente las tareas. Curiosamente, cuanto más le recordemos al niño o adolescente qué es lo que tiene que hacer, mayor será el rechazo hacia tener que asumir responsabilidades y mayor el rechazo ante quien les recuerda constantemente qué es lo que tienen que hacer que no han hecho. De esta manera la irresponsabilidad puede entrar en un bucle sin fin.

La FALTA DE AUTONOMIA está íntimamente relacionada con la FALTA DE RESPONSABILIDAD. Aunque parezca que los irresponsables son muy autónomos, es justo todo lo contrario porque la falta de autonomía está constituida por la pasividad, la ausencia de iniciativas propias, la incapacidad de organizarse y sistematizar las tareas y obligaciones.

La BAJA TOLERANCIA A LA FRUSTRACION, la FALTA DE RESPONSABILIDAD y la FALTA DE AUTONOMIA desencadenan otro importante factor de riesgo: la DIFICULTAD O INCAPACIDAD PARA RESOLVER CONFLICTOS Y TOMAR DECISIONES. Nos encontramos aquí que, ante una situación de conflicto, se presenta una AUSENCIA DE SENTIDO CRÍTICO, caracterizada por la incapacidad para cuestionar determinados planteamientos de otros, tanto adultos como del grupo de iguales. Ante una situación de conflicto, el adolescente con esta dificultad puede responder, o bien mediante la evitación, delegando la responsabilidad en otros, o bien manifestando conductas impulsivas e incontroladas. Es decir, estamos ante la DIFICULTAD PARA MANEJAR LA ANSIEDAD. Consecuentemente, para evitar la ansiedad que implica decidir, las decisiones suelen evitarse y delegar en otros las decisiones propias, mostrando entonces una excesiva dependencia del entorno que les hace vulnerables e influenciables por el grupo. Continuemos con:

Los factores sociales

Actualmente nos encontramos con una EXCESIVA FACILIDAD DE ACCESO tanto a drogas legales (alcohol y tabaco) como a las ilegales. Con respecto al alcohol, es raro el hogar donde no haya alguna botella de alcohol. En cualquier evento familiar es normal que haya una copa de vino o cava.

Lo lamentable es el cambio que se ha producido en el patrón de uso de las sustancias. Es lamentable encontrar a un gran número de jóvenes con consumo desmesurado de alcohol de alta graduación los fines de semana. Y aunque esté prohibida la venta a menores de 18 años, los menores siempre tienen un “amigo” mayor que les realiza la compra. Pero no solamente es fácil encontrar alcohol y tabaco. La disponibilidad de las drogas ha llegado a la puerta del colegio. Ya no hay que irse a barrios marginales como antaño.

Aunque en materia de publicidad se han conseguido avances en regular qué bebidas alcohólicas se pueden anunciar o no anunciar tabaco, lo cierto es que nos encontramos a grandes marcas de alcohol o tabaco que patrocinan distintos eventos o conciertos.

Por tanto, la percepción social del consumo que tienen los jóvenes es de una cultura dominante de las drogas y, lo que es peor, la permisividad social frente a ellas. Y vayamos, por último, a:

Los factores relacionales o grupos de influencia

Son tres los grupos con mayor peso en la socialización de los jóvenes: la familia, el colegio y los amigos. Estos tres grupos, aunque pueden ser un factor de riesgo para caer en el consumo debido a partes desestructuradas, también es cierto que son un espacio privilegiado para la prevención ante las drogas y el alcohol.

Empecemos por orden cronológico. Nacemos en una FAMILIA. Esta familia proporciona al niño y al joven protección, afecto, cuidados. Pero es el primer punto de referencia que tiene cualquier niño en cuanto a modelo de aprendizaje de comportamientos, tanto positivos y adaptados como negativos o desadaptados.

Una buena relación con los padres es la mejor protección frente al consumo de drogas. La familia es quien tiene la responsabilidad de transmitir los valores, la formación de hábitos, el estilo de vida, los comportamientos,… Un gran número de padres delegan la educación a los maestros sin darse cuenta de que en este caso están demostrando desatención a los hijos y este es un gran factor de riesgo. Todavía se incrementa más el riesgo cuando, además de delegar la educación al maestro, encima le desautorizan frente al niño. Y lo que consiguen con esto es que el niño aprenda que la norma, los límites y la disciplina se los pueden saltar “a la torera”.

Ejercer un estilo autoritario, caracterizado por el uso del castigo como método de obediencia traerá consigo como efectos secundarios la rebeldía, el resentimiento hacia la norma y la figura de autoridad. Un estilo permisivo puede generar un sentimiento de desatención en los niños y jóvenes. Los efectos secundarios es que los niños y jóvenes no son capaces de aprender donde están sus límites y los demás, por lo que, además de hacer lo que les dé la gana, lo peor es que carecen de un marco de referencia en sus vidas, por lo que irán dando “palos de ciego”, situación que les hace vulnerables y fácilmente influenciables. Hablar de cuáles son los modelos de educación más óptimos para cada caso será objeto de otro artículo.

Un status socioeconómico o educación bajos en los padres, así como gran número de hermanos o la ausencia de uno de los padres pueden sumarse a los factores de riesgo en la familia de cara al consumo de sustancias.

Es importante señalar que la actitud positiva de los padres hacia el consumo es crucial para iniciar el consumo ya que los chavales encontrarán en ello una justificación ya que están siguiendo el modelo familiar.

La comunicación en el núcleo familiar, entre todos sus miembros, es determinante para la aparición o no de problemas en el adolescente. Una falta de comunicación o una comunicación equivocada hace que el adolescente se refugie en su grupo de iguales, aceptando sus normas, aunque sean contrarías a él, pero que se aferrará con tal de seguir perteneciendo a su grupo.

El segundo paso que un niño da en el camino de la socialización es su incorporación a la ESCUELA y puede ser tanto un factor de riesgo como un factor de protección. Hay una serie de indicadores de situación de riesgo como pueden ser el fracaso escolar, manifestado a través de la mala integración, el bajo rendimiento en relación con las capacidades del alumno, la falta de expectativas y la ausencia de motivaciones, entre otros.

Un índice de alarma muy significativo es cuando se detecta que existe una insatisfacción grupal frente al entorno educativo. El “mal rollo” se contagia muy fácilmente y hace que los jóvenes formen piña y se sientan atraídos por situaciones que les resulten más placenteras. Hay que tener en cuenta que el ser humano, a cualquiera de las edades, en cuanto se disuelve en un grupo es realmente vulnerable e influenciable.

Hay una serie de características en el estilo educativo que resultan desfavorables de cara a la prevención ante las sustancias. Y estas características son responsabilidad, casi directa, del profesor. Entre estas características, señalaríamos las relaciones de dependencia del alumno frente al profesor, el fomento de las conductas de pasividad y sumisión, el fomento de la competitividad y el individualismo, el aislamiento de la escuela de otros sistemas sociales, las relaciones autoritarias profesor-alumno, y el trato igualitario para todos, independientemente de las características individuales de cada chaval.

Y desde el colegio, socializamos hacia el GRUPO DE LOS IGUALES o GRUPO SOCIAL o de AMIGOS. Este es quizá el grupo de mayor influencia en los adolescentes frente a los dos anteriores. Toda persona, tenga la edad que tenga, tiene la necesidad de la pertenencia, la aceptación y la valoración de un grupo. Pero es en la adolescencia donde esta necesidad es más crítica. El grupo asume una serie de valores, actitudes o conductas de las que todos son partícipes ya que de esta manera el joven trata de diferenciarse del mundo de los adultos. Esta es la razón por la que los profesionales de la salud trabajamos cada vez más en el estudio de la presión del grupo como factor asociado y, casi determinante, al consumo de sustancias.

Todos los factores de riesgo anteriormente descritos pueden no existir, teniendo un ambiente familiar y escolar óptimo y, sin embargo, la presión del grupo va a condicionar y determinar la conducta del joven. Es crucial para los padres, e incluso para los profesores, conocer el grupo social en el que se desenvuelven sus hijos ya que la influencia de los demás puede ser muy positiva en su maduración como adolescentes hacia la adultez ya que pueden encontrar apoyo, afecto, responsabilidades comunes,… Pero puede haber una tremenda influencia negativa en la que los jóvenes pierdan su libertad y se dejen llevar por el grupo si más, llegando a realizar conductas que sean incoherentes con sus criterios personales.

De todas maneras, y para concluir, no hay que asustarse tras leer este artículo ya que, a lo largo de la vida de nuestros hijos, casi todos los factores de riesgo han estado presentes en algún que otro momento. Pero es labor de los padres y de los profesores valorar si los factores de riesgo que puedan estar presentes en un joven, son realmente significativos.

Sin lugar a dudas, lo mejor es evitar que los factores de riesgo aparezcan. Y en cuanto surjan dudas y haya indicios de problema, consulten con un profesional de la salud. Cada persona es un mundo y las opiniones de personas ajenas a la profesión, así como experiencias vividas por otros padres, pueden ser tremendamente nocivos para la evitación de un problema. Y si el problema ya existe, repito, acudan a un profesional. No se desesperen, que en esa vida todo tiene solución menos la muerte.

 

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